22 de enero de 2011

Perdiendo el autobús

Y descubrió una de las sensaciones más tristes y frías, estar a las 22:38 en la parada de autobús nº 8 en la Alameda, justo delante de la iglesia Stella Maris. Aún le quedan 22 minutos para que salga y mientras ve una calle con enormes árboles por donde pasa un coche cada largo rato, asume que el día acabó y que no lo volverá a vivir, al igual que pasó el día de ayer y no se repetirá, al igual que aquel tiempo en que tenía 16 años. Y mientras reflexiona, alguien le pregunta:

-Perdona, el número 23, ¿a que hora sale el último?
-Pues me temo que salió hace 10 minutos.

Son las 23:00 y sale el autobús. Observa con atención a las cinco o seis personas que entran y se da cuenta de que son gente bastante extraña. Así que llega a la conclusión de que él es igual de raro que ellos. Seguro que también piensan en todo lo que no han hecho en su vida; se convence.





He perdido muchos autobuses, pero el último de la noche es el único que nunca pierdo.